Sobre Infansía, de Denise Sánchez Ippi, por María Cristina Venturini
La Infansía, la infancia y la fantasía. El estado de niño, los primeros tiempos de la vida, sumado a la fantasía, que según María Moliner es la acción creadora, la facultad de la mente para representarse cosas inexistentes, para inventar seres y sucesos y crear obras literarias y de arte.
Volver a la infancia. Vivir. Leer poesía en las bibliotecas a los 12 años.
Y la autora nos dice a modo de confesión inicial:
Una vez leí que para escribir, ante la falta de inspiración, hay que
volver a la infancia. Opino que no sólo para escribir, ni sólo por falta
de inspiración, sino también para vivir, y con esto no hablo sólo de
respirar entre el abultado engranaje.
Vivir.
Sarita busca a su papá. Se vuelve invisible y su amiga también. La rosa y la estrella dicen sin decir tanto. La mamá dice que se quiere ir del mundo. Es soledad esa niña que juega, reclama afecto, atención de sus padres. En el poema Seguir, la nena dice:
Seguir
Lo bueno de ser niña
es que aún sabiéndome sola
sola, sola
en esta casa,
igual puedo seguir
jugando.
Margarita es mujer y, al igual que Sarita, habla desde la pérdida y desde todas las edades, todos los miedos, todos los recuerdos.
Entre fotos marrones, Margarita baila un tango a escondidas, “desenreda caricias prometidas”, usa la risa social, explora “destiempada”, se desadapta, es “madera que flota/ resistencia cansada”, sobrevive, sueña con la muerte como una perla o una canción. Se rebaja para no rebajarse más. Se transforma en una hoja en blanco, toda para inventarse. Se reconoce fuego y transparencia. La luna llena en sus orejas: un pozo del pasado, sus ojos, y ella tan invisible en la casa que aprieta, la comprime hasta que se diluye en el pasado.
En el planeta de las corbatas, el nombre es Nombre, una persona “formal”, que se viste de traje y exhibe una sonrisa mediocre porque no soporta la falta de control.
El Moco de Nombre
(Dedicado al Sr. Ug)
Cuelgo con soberana discreción. Hijo de nariz, primo de tantos,
mismo padre. Amigo del silencio me enrulo sobre mí mismo. En eso
nos parecemos, Nombre.
Un delirio mi existencia, atravesado como pestaña oblicua por
una uña sagaz, tragando mierda ajena y ajeno; lamiendo toda porquería
etérea para definir si entra o no, para cuidarte y avisar con alergias
y alertas de todos los hinchores.
Hoy me hiciste bollito, ¡mi propio padre! Te diste cuenta de que
ya estaba grandecito, casi un empresario, fuerte, macizo…
Creo haber hecho bien mi trabajo, lo más duro que pude me puse
para vos. ¿Te molesta la competencia, padre?
Y acá me veo, tan tierno y sumiso, con ropas astilladas, abandonado
en el peor lugar que se podría abandonar a un moco, la senda
peatonal…
Si todavía me querés, si acaso te serví alguna vez, volvé Nombre,
que ya extraño mi madriguera, que ya te perdoné… eso de perdonar
a los padres, me lo enseñaste vos…